El alba de Monte Pennino

Mi abuelo Rinaldo y su hermano Americo iban en verano a cortar el heno “a mano” hasta la cima de Monte Pennino y, a menudo, tenían que quedarse a dormir allí durante días, ya que el viaje de regreso era largo y extenuante. Cuando terminaban el trabajo volvían a casa y le contaban a mi madre, que entonces era una niña, las maravillas de Monte Pennino, entre ellas un bellísimo amanecer que nacía en el mar y que ellos no lograban explicarse.

El alba de Monte Pennino es algo difícil de explicar… El mar Adriático que se empieza a divisar en la lejanía en toda su vastedad, la oscuridad que, poco a poco, se transforma en claridad y, a lo lejos, se divisa el sol, un sol distinto, nunca antes visto, sin rayos, rojo y opaco. Es un sol que antes de subir por el horizonte se refleja en la densidad del aire y del agua… El efecto dura unos ocho minutos y después, la maravilla… Aparece el sol que conocemos, vestido con sus rayos y que consigue iluminar el mar, las mesetas de Umbría y Las Marcas y todo lo que nos rodea.

Un escenario estupendo, un amanecer único, una combinación entre el efecto óptico “Fata Morgana” y un espejismo, entre el mar Adrático y la atmósfera, entre la curvatura de la tierra y la perfercta curvatura de Monte Pennino.

Poder admirar en ese momento la vegetación circundante es sumergirse en la magia de ritos antiguos; los celtas dieron a este monte el nombre del dios Penn y Claudiano, historiador romano, nos habla de altares en la cumbre del monte para hacer sacrificios a Júpiter llamado… Pennino.

A la cima se puede llegar a pie, en mountain bike, en quad, en moto, a caballo o cómodamente en un coche 4×4.

Es fascinante la primavera en esta zona con la floración y la riqueza de colores que se observan en el paisaje.